EL CONTINUO RETORNO, UNA
HUELLA IMBORRABLE
Martin Hugo Villalba
Mi sonrisa, proclive a borrarse repentinamente si recuerdo, ese brutal
infierno...
ese insensato acto de despotismo y terquedad.
Voy al negocio de doña Marta, ella me atiende con cariño; sabe de mi
dolor, sabe de mi infinita humanidad destruida...Su sonrisa me recuerda a
mi madre, y casi como el disparo de aquel cañón, veo su figura difusa
alejándose entre lagrimas, viéndome partir.
Mis compañeros me alentaban,
me decían "Vamos a volver, ese sera nuestro juramento" y entre todos
juntábamos las manos y gritábamos con fuerza "VAMOS A VOLVER". Omar,
miraba a lo lejos el gran abismo de la metrópoli que se hundía en la
cortina blanca del sur. Murmuraba casi entre lagrimas contenidas, el
ultimo destello, la ultima noche que estuvo con Claudita, su novia.
Comenzaba a llover y entre todos formamos una cúpula para resguardarnos
del intenso frio que provocaba. El ruido del motor, se fusionaba con la
voz férrea de aquel de aquel muro de concreto que gritaba a la firmeza y
a la patria.
El camino ya era la suma de lo que quedaba por recorrer,
por sentir, por tolerar...el frío magno, al hambre y la soledad, la
incomprensión, la desnudez casi natal de las armas con las que nos
defenderíamos..
.La moral de algunos era tan alta que si les era ordenado
atacar con ella a la primer linea enemiga, ellos lo harían...eran
bombas vivientes, sirvientes de la dignidad del suelo y del cielo al que
pertenecían. En cambio, en la mayoría, la moral era un concepto ideal,
que en nada condecía con ese brutal acto de desidia y demencia...
Dios,
aparecía en ese momento en los cuellos de muchos amigos. Dios y Padres
Nuestros, Dios y la redención, Dios y el despertar de esa pesadilla.
Solo Omar, no llevaba a Dios en su cuello. Sino que sostenía su mano
derecha en su corazón y con los ojos fuertemente cerrados clamaba en
suplicas moviendo casi frenéticamente sus labios. Richard, un
experimentado artista del combate comenzaba con sus chistes para
levantar el animo.
La lluvia se hacia mas intensa y el frío mas
infrahumano. Las "flechas" no cubrían nuestros pies y solo esa pesada
carga que llevábamos a las espaldas nos brindaba un tibio y casi
imperceptible calor.
Doña Marta me palmeo la espalda, despertándome de aquel recuerdo que ya
empezaba a cobrar vida en mi. La salude calidamente y me despedí con mi
caja de cigarrillos y pan en mano.
Pase por ese lugar tan triste y
demoledor; donde alguna vez entre cinco uniformados me tuvieron que
detener, pues si no era por ello, seguramente lo hubiera destruido
todo...niños, niños por dios, viendo en esas pantallas tanta violencia y
disfrutándola como si fuera un entretenimiento. Niños que jugaban a
matar, a degollar y cercenar..
Esta vez me contuve. Pero al dueño de ese
lugar lo tenia bien marcado y se lo dije alguna vez, que si no cerraba
ese antro iba a ver su cuerpo con sus propios ojos sumergirse en el
riachuelo lleno de moscas y basura maloliente.
El hombre me miro con
temor y rápidamente volteo su cara hacia otro lado... estúpido
maricón...cuanto facturaba el negocio de la rebeldía, cuanto el
insensato acto de poblar la mente de los niños con basura
pseudoimperialista...
A donde había quedado la escarapela, la mancha
escondida, la mancha tocada, la pisa pisuela???? a donde el contacto
humano, los libros de cuentos... a donde la dignidad de un pueblo que
veía pasar tras de si día a día las noticias mas tristes e
ininteligibles para la mayor cantidad de las personas...el basurero
estaba lleno y aun así venían las moscas a merodear...
Había llegado a mi habitación. Mire por la ventana a ese magno oficial
que con su ronca voz sentenciaba las primeras lineas de defensa. Un
fuerte zumbido aturdió mis pensamientos por un momento. Al volver a la
normalidad, cruce las trincheras y me abotone a la cueva húmeda donde
mis compañeros de barro me esperaban.
Marcos, presuroso, me pregunto si
había conseguido lo que pactamos. Afirme seriamente y saque de mi
bolsillo un pedazo de pan, robado de la mesa del superior mientras este
se mantenía ocupado violando a un hombrecillo.
Partí el pan entres
pedazos y se los di a mis compañeros que en silencio masticaban la masa
que se formaba y cuyo telos era amenizar el hambre doloroso que
sentíamos a cada instante...
Un hombre golpeo la puerta de mi apartamento.
Le grite que se fuera, que
no me sentía bien, pero no me hizo caso y continuaba golpeando la
puerta con mas fervor... le grité de nuevo: ¡Váyase o qué, no entiende! a
lo que respondió casi espontáneamente: "No nos rendiremos, VAMOS A
VOLVER CARAJO".
Omar -pensé entre lagrimas- efectivamente, era Omar.
Un gran abrazo
traspaso la puerta y cualquier muro que nos vedaba el paso...un abrazo
interminable como aquel que nos dimos cuando, de súbito, salte sobre él
para quitarlo de la coordenada donde estaba sentenciado su fin...el
estruendo rompió nuestros tímpanos y tapados por la fría cortina blanca,
nos mantuvimos allí por lapsos que parecían interminables...
El fuego,
era mas frío que la nieve, la sangre dulce y amarga brotaba del subsuelo
donde se formaban pequeños hospitales del tiempo...los momentos
anteriores, la sonrisa con Martita, el café con leche de la mañana junto
a doña Justina, el abrazo cálido de Juana, la sonrisa de robertito en
su cumpleaños numero cinco...era todo lo que se veía, antes de que la
oscuridad colonizara el espacio...
Ya no quedaba mucho por hacer allí. La rendición estaba firmada y el
suelo blanco se sembraba de los sueños dejados allí, de las esperanzas
de volver todos juntos, como se prometieron.
El viento era un canto
triste y doliente que hacia temblar los huesos y trancar la respiración
entre pulmones congelados y luces pequeñas que guiaban los pasos de los
que aun se arrastraban por la nieve ayudados de sus compañeros
maltrechos y moribundos...
El grupo superviviente se había reunido y así emprendimos el retorno al
continente...
¿Qué te pasa? me pregunto Omar, un tanto extrañado...
no sè, la noche blanca...la noche esta muy blanca y presiento que vamos a
volver...
-VAMOS A VOLVER -me dijo- claro que vamos a volver...
no nos olvidemos NUNCA... 2 de abril del 82
Registro1402030015310
AUTOR : MARTIN HUGO VILLALBA